lunes, 29 de febrero de 2016
domingo, 28 de febrero de 2016
jueves, 25 de febrero de 2016
EL MITO DE LA TABERNA
“Vicente
Pérez Caro era un capataz al que nadie podía ver, pero para mí,
era el único capataz claro que había en Sevilla. El sitio donde
paraba era el bar El Colmo, en la misma Puerta Osario. Llegaba allí
y lo primero que hacía era poner en una pizarra lo que se iba a
cobrar cada día de la Semana Santa. No había nada que preguntar.
Vicente era ante todo muy claro siempre con sus hombres, y tenía una
buena cuadrilla también”.
(Santiago
Estepa Gómez “El Mejo”, costalero de Sevilla)
Antiguamente
el capataz de cofradías solía verse con su gente en el denominado
como cuartel general, el cual en la mayoría de las ocasiones era una
taberna que se solía ubicar en un lugar que no cogiera muy a
trasmano al personal. La taberna era pues lugar de encuentro para la
gente de la cuadrilla durante todo el año. Pasado San Blas se
convertían en improvisada oficina de empleo donde el capataz
confeccionaba su cuadrilla de cara a la inminente Semana Santa. Allí
se realizaba la lista para saber con quién se contaba, y por el
contrario descartar a aquellos que habían decidido cortarse la
coleta o cambiar de aires. En los cuarteles generales de las
cuadrillas de costaleros se vivía otra Semana Santa paralela a la
del resto de la ciudad. Los bares y tabernas se convirtieron durante
siglos en albaceas de la memoria inmaterial, del mito y la leyenda,
de estos verdaderos galeotes de la Semana Santa sevillana. El
capataz, la cuadrilla, la taberna, y el feudo se funden en términos
complementarios, los cuales, en multitud de ocasiones se hacen casi
imposibles de delimitar en este complejo y particular mundo de la
gente de abajo.
En
España, pero sobre todo en la mayoría de las poblaciones de nuestra
querida Andalucía, los bares y las tabernas son un popular fenómeno
social que ha marcado la cultura y las costumbres de numerosas
generaciones. Tradicionalmente los bares han sido lugares de
encuentro y de reunión informal frecuentados a diario por un público
mayoritariamente masculino. En nuestra tierra es habitual que todo
barrio o calle principal tengan uno o varios bares que son visitados
de forma habitual por muchos de los vecinos. La taberna ha venido
desempeñando diversas funciones sociales en la cultura popular
urbana como centro de sociabilidad. Tradicionalmente ha ocupado un
lugar principal en la convivencia diaria de la cultura del pueblo
como centro de contestación pública. Las tabernas además de
improvisadas oficinas de empleo se convertían en centros de esa
cultura urbana soterrada por la hipócrita sociedad de la época
ajena a la realidad del trabajo que estos hombres tuvieron que
soportar en innumerables ocasiones, esa misma sociedad criticó con
extrema dureza en demasiadas ocasiones el honrado trabajo de estos
verdaderos esforzados de la trabajadera.
Centrándonos
un poco en los principales capataces de cofradías durante la
denominada “Edad de Oro”, comprendida entre los años cincuenta y
sesenta del pasado siglo XX, podemos aportar lo siguiente sobre la
cuestión:
- Manuel Bejarano Rubio junto a su inseparable
Antonio Cebreros, paraba habitualmente en Casa
Antonio,
establecimiento situado en la trianera calle Rodrigo de Triana.
- La familia Ariza solía
reunirse con su gente en la taberna de Francisco Reyes en plena calle
Castilla, también en el barrio de Triana. Posteriormente tuvieron
otros emplazamientos en el mismo barrio como por ejemplo El
Rinconcillo.
- Vicente Pérez Caro como referíamos
anteriormente lo hacía en la taberna del Colmo,
que se encontraba en plena Puerta Osario, y después de su cierre se
trasladó hasta el Punto
que se encontraba en la misma zona anteriormente referida.
- Alfonso Borrero Pavón junto
a su hermano Jeromo no tenían un lugar fijo, aunque solían parar
siempre por la zona de la Moneda y el Arenal.
- Rafael Franco Rojas lo hacía en Casa
Silva que estaba en la
calle Feria en la confluencia con la calle Castillo Lastrucci.
-
Como contrapunto a todos los capataces anteriores nos encontramos con
la figura de Salvador Dorado Vázquez “El penitente”, genio y
figura, era el único que no se reunía con su gente en una taberna,
lo hacía a las puertas del desaparecido teatro Portela en la actual
avenida de Cádiz, frente a los Jardines de Murillo.
- Aunque no pertenecen realmente
al elenco de los capataces de la denominada anteriormente como “Edad
de Oro”, por su trascendencia haremos referencia también a la
familia Rechi que solían parar en el bar La
Moneda en el arranque
de la calle Santander, y a Domingo Rojas y Manuel “El Moreno” que
hacían lo propio en Los
Tres Reyes, en la
calle Reyes Católicos.
La
gente de abajo hizo de los ambientes tabernarios su hábitat natural
fuera de la oscuridad de las parihuelas en un momento en el que ni la
televisión ni las redes sociales contaminaban las reglas de la
convivencia básica de la sociedad. Nos encontramos ante personas que
en su mayoría tenían un nivel socioeconómico muy bajo, por lo que
las relaciones entre iguales eran fundamentales para el sostenimiento
en el tiempo de la cuadrilla como grupo humano. Algunos de estos
hombres, desgraciadamente cada vez menos como consecuencia del
inexorable paso del tiempo, que dejaron debajo de los pasos sangre,
sudor y esfuerzo, viven todavía entre nosotros arrastrando las
secuelas de su paso por las trabajaderas con legítimo orgullo, por
desgracia muchos otros se han ido quedando por el camino.
Gonzalo Lozano Rosado
miércoles, 24 de febrero de 2016
martes, 23 de febrero de 2016
lunes, 22 de febrero de 2016
viernes, 19 de febrero de 2016
RAFAEL "EL POETA"
“Para
ser buen costalero lo que hay que tener es mucho amor”
Rafael
Antonio Díaz Juárez, para el mundo de la gente de abajo Rafael “El
poeta”. Nació Rafael en el castizo barrio de la Alameda de
Hércules en el año 1922. El apodo le viene de su época de
estudiante en el colegio de los Salesianos de la Trinidad, donde
incluso intentaron que se metiera a cura. También quiso Rafael ser
torero al igual que muchos niños de su época, llegando incluso a
coincidir en una novillada sin caballos en la localidad onubense de
Hinojos con el padre de “Espartaco”. La afición taurina le
jugará una mala pasada en el año 1942, ya que en compañía de unos
amigos desparramó nuestro protagonista un vagón de vacas en la
Barqueta, por lo que tuvo que alistarse voluntario en la Legión para
evadir las responsabilidades penales. Su destino fue el Campo de
Gibraltar sirviendo bajo la Primera Bandera legionaria.
A
los 26 años Rafael abandona la Legión regresando a su ciudad natal.
Ahora se coloca como oficial de tornero que era su profesión, y
prácticamente desde aquellos momentos inicia su vinculación con el
mundo de las cuadrillas de costaleros sevillanas.
Rafael ingresa en
la cuadrilla de Antonio “El francés II” el último año (1948)
que este capataz trabaja cofradías, sacando Rafael ese primer año
únicamente el paso de misterio de la Hermandad de Montserrat durante
el Santo Entierro Magno de aquel año. Siempre será recordada en los
anales de los buenos capataces la extraordinaria maniobra del
“francés” metiendo al impresionante misterio por la estrechez de
la calle de San Eloy para poder alcanzar la iglesia de San Gregorio
desde donde se iniciaba el cortejo del Santo Entierro Magno en el que
tenía que participar el referido paso de misterio.
Al
año siguiente el “francés” se retira y la cuadrilla y las
cofradías habituales quedarán en las manos de su hombre de
confianza, Vicente Pérez Caro. Junto a Vicente Rafael “El poeta”
alcanzará la categoría de mito con aroma de anisados del “Punto”
en el templo costaleril de la Puerta Osario. Además de con los
capataces referidos anteriormente, Rafael trabajó a partir de su
ruptura con Vicente en el año 1974 con Manuel Adame Torres, Manuel
López Díaz conocido por todos como “El Moreno” y Domingo Rojas
Puertas.
Era Rafael puro nervio debajo del paso, costalero de cintura flamenca
de los que moría con la boca animando a su cuadrilla. Pensaba Rafael
que un costalero debía de tener como principales cualidades para
sacar cofradías, en primer lugar mucho amor para llevar los pasos, y
después de eso fuerza y vitalidad, pero sobre todo mucho amor.
Como
consecuencia de los estragos que la industrialización provoca en los
años sesenta del pasado siglo XX en la anquilosada estructura
laboral de la ciudad, Rafael se queda sin trabajo y tiene que emigrar
hasta el minero valle del Rhur en Alemania. Como consecuencia de este
exilio necesario Rafael se verá obligado a pasar alguna Semana Santa
fuera de Sevilla, sufriendo en soledad la nostalgia de una Semana
Santa en la lejanía. Incluso durante la referida etapa llegó a
desplazarse desde tierras germanas para poder sacar las cofradías en
Semana Santa. Tras su regreso a Sevilla se reincorporó nuevamente a
su cuadrilla habitual junto a Vicente Pérez Caro, colocándose
además como peón en los camiones de la limpieza municipal.
Recuerda
este bravo costalero que un año la cuadrilla de la Puerta Osario
sacó el paso del Nazareno del Silencio con 18 hombres menos. Aunque
Rafael solía igualar en la primera de los palios era habitual que en
la referida hermandad ante las dificultades que el paso de palio
solía presentar los capataces permutaran las cuadrillas. En
resumidas cuentas, de los 42 hombres que el paso calzaba aquella
madrugada de viernes Santo del año 1962 solamente 24 hombres
ocuparon su lugar bajo las trabajaderas. Pero lo que pasó a la
historia de las grandes gestas del mundo de la costalería sevillana
de la época no terminó nada bien para Rafael. Fruto de la situación
vivida y de la facilidad que nuestro protagonista tenía desde
pequeño para juntar palabras de forma armónica, una vez recogida la
cofradía a nuestro hombre no se le ocurre otra cosa que dirigirse
hacia el altar de San Antonio Abad y pronunciar en voz alta “San
Antonio Abad bendito que has hecho con mi lomo, esto no es una
cofradía parece un barco de plomo”. Cuando los primitivos hermanos
escucharon aquello se formó el lio, teniendo Vicente Pérez Caro que
abonar la correspondiente multa en la cercana comisaria de Monsalves
hasta donde había sido conducido Rafael, detenido por la escolta
policial de los pasos de la Hermandad.
De
esta forma tan particular contaba “El poeta” lo sucedido aquella
mañana ya de viernes Santo en San Antonio Abab:
“Noche
de la plaza del Duque de 1962
Un capataz con solera entrega el corazón,
con dieciocho de menos en el paso del Señor
El Silencio tumba negra, tumba de cera y
fervor
Con dieciocho de
menos un capataz igualó.
Te llamaron a tu paso
Por los ayas del dolor,
de los
costaleros que te llevaron con fervor.
Ay cuadrilla de mi Silencio
y
Virgen de la Concepción
Con dieciocho de menos
Un capataz igualó.”
Rafael
Antonio Díaz Juárez para todos Rafael “El Poeta” falleció en
la ciudad de Sevilla durante la Cuaresma del año 2006. Rafael se
cortó la coleta después de la Semana Santa del año 1979 después
de más de treinta años debajo de los pasos, aunque pese a su
retirada nunca llegó a perder el contacto con el mundo de la
trabajadera ya que durante varios años estuvo a las órdenes del
capataz Pepe Andreu como aguador del paso de misterio de la Hermandad
de la Carretería.
Gonzalo Lozano Rosado
miércoles, 17 de febrero de 2016
LOS CABALLOS, AÑO 89
Mucho que señalar, esa levantá a pulso, de costero a costero, agrupación musical.......
domingo, 14 de febrero de 2016
jueves, 11 de febrero de 2016
miércoles, 10 de febrero de 2016
LA CUADRILLA DE LA PUERTA OSARIO
(A
mis amigos de la tertulia cofrade la Parihuela,
que este año han tenido a bien entregar su anual galardón a don
Manuel Villanueva Granados, hijo de Antonio Villanueva Pérez,
anónimo baluarte de la leyenda de la cuadrilla de la Puerta Osario).
“Tú
ahora te fijas, y ves que el palio de Las Cigarreras viene andando
como de la Puerta Osario. Así andaban los pasos de El Francés. Y
ahí delante viene su sucesor. Lo has visto muchas mañanas por la
Casa de la Moneda. Ahora trae el terno negro. Es un hombre alto,
garboso en el andar, con el pelo levantado que se resiste al
planchado de la brillantina. Tiene rojiza la tez y nerviosas las
manos. Jalea a sus hombres. Se acerca al costero y por el respiradero
va jaleando a sus hombres. Por eso el paso anda como anda, tan de la
Puerta Osario.
Te gusta ver esa forma
de mandar que tiene Vicente, que lo mismo se acerca allí, al costero
del palio, para jalear a sus hombres, que luego se va delante, muy
delante, casi junto a los ciriales, para que todos le veamos esa cara
de satisfacción que pone cuando ve andar el paso… “
(Antonio
Burgos Belinchón)
Para
llegar a la realidad de esta mítica cuadrilla de la Semana Santa de
Sevilla de la que tanto hemos oído hablar, se hace necesario
remontarnos varias generaciones de capataces en el tiempo hasta
llegar a la figura del célebre “Angelillo”. En torno a él
podemos afirmar sin temor a equivoco alguno, que comenzó la leyenda
costalera de la Puerta Osario. El fue la persona que dotó de feudo y
emplazamiento a la cuadrilla, otros, con el paso del tiempo fueron
aportaron otras cosas hasta conseguir labrar con letras de oro el
nombre de la cuadrilla en los anales de la Semana Santa de Sevilla.
Ángel González Delgado, popularmente conocido por “Angelillo”,
fue el capataz que allá por la década de los años veinte del
pasado siglo XX, popularizo el barrio de la Puerta Osario como
cantera de costaleros. De esta forma queda constancia del falso
mito de que todos los costaleros procedían del muelle y del barrio
de Triana, aunque realmente, la gente del muelle son los que
alcanzaron la inmortalidad. El Barrio de la Puerta Osario y otras
zonas limítrofes, como las rondas, San Julián, la Puerta Carmona y
las huertas cercanas constituyeron un importante vivero de costaleros
en su mayoría de oficios distintos a los clásicos del muelle y los
mercados, como eran; albañiles, trabajadores del metal, peones no
cualificados, hortelanos, etc.
Fue
“Angelillo” un capataz a la antigua usanza, incluso es
considerado por algunos como el heredero del mítico Miguel “tarila”.
Poseía un estilo tremendamente efectista, con grandes voces y
forzados gestos, lo que le llevó a tener un gran seguimiento
popular. Las hermandades habituales de “Angelillo” fueron; Dulce
Nombre, San Bernardo, Los Negritos o La Mortaja. Al comienzo de la
década de los años cuarenta, la cuadrilla será hereda en vida,
como consecuencia de la presión ejercida por sus propios costaleros,
por su hijo Manuel (“Angelillo II”), mientras que “Angelillo”
padre, apura sus últimos días de capataz como auxiliar de la
cuadrilla Rafael Ariza Aguirre, capataz independiente ya de Rafael
Franco Luque, en una especie de destierro forzado por las
circunstancias. Manuel mantiene la esencia de la cuadrilla, incluso
llegaría a ser capataz de la Macarena, pero los problemas de salud
hicieron que la carrera de este capataz se truncara de manera
prematura al comienzo de los años cincuenta. De esta forma la
cuadrilla será heredada por José Bastejón y Pape Cruz, que serán
los responsables de cara al futuro de la misma.
Rafael
Franco Luque, el capataz que revolucionó el mundo de capataces y
costaleros al comienzo de siglo XX, animó a su amigo y compadre
Agustín Miró, su primer capataz ayudante, a independizarse y a
formar cuadrilla propia pasada la Semana Santa del año 1914,
aprovechando para ello el vacío que en el mundo de las cuadrillas
había dejado el fallecimiento de Antonio Torres Macías “juanillo
fatiga”. La Hermandad de Montserrat fue su primer contrato en la
Semana Santa del año siguiente (1915). Para la formación de la
nueva cuadrilla, Rafael Franco le procuró personal de su confianza,
y además Agustín Miró se llevó a uno de las contraguías más
experimentado de la cuadrilla de Rafael Franco como era Antonio
Francés que ahora ascenderá a capataz ayudante, o lo que era igual
capataz de los pasos de Cristo. Con una buena cuadrilla, afición y
competencia Agustín Miró se consolida como capataz en pocos años,
reuniendo varias cofradías, pero la que pudo ser una larga y
fructífera trayectoria, se quiebra de repente al morir siendo
todavía muy joven (1918). Esta nefasta circunstancia permite a
Antonio Francés hacerse cargo de la cuadrilla, ascendiendo por lo
tanto a la categoría de capataz titular de cofradías.
Antonio
Francés, ya para entonces, la Sevilla de la época, tan dada a
motejar a los personajes populares, había convertido su apellido en
sobrenombre, por lo que será conocido como el “Francés”. En
estas circunstancias pasará a la primera línea de los capataces de
Sevilla, El “Francés” consolidó a la cuadrilla llegando a sacar
cofradías prácticamente todos los días: San Roque; El Museo; San
Benito, Buen Fin, Las Cigarreras; Los Gitanos, Gran Poder, etc.
Durante la segunda mitad de la década de los años treinta, el hijo
del “Francés” se hará con los mandos de la cuadrilla hasta que
tras la Semana Santa del año 1947 se retira, pasando la cuadrilla a
manos de Vicente Pérez Caro, que era su hombre de confianza en
aquellos momentos.
Tras
unos años de andadura en los que Vicente continua trabajando la
mayoría de las cofradías heredadas de su maestro llegamos a la
fecha clave, la Semana Santa del año 1952.
José
Bastejón y Pepe Cruz deciden unir su cuadrilla a la de Vicente Pérez
Caro. Vicente Pérez Caro y su hombre de confianza, Antonio
Villanueva Pérez se sitúan en un corto margen de tiempo a la cabeza
de la cuadrilla, desapareciendo del panorama, al poco tiempo, los dos
capataces referidos anteriormente. Desde este momento podemos
comenzar a hablar de un modo oficial, de la mítica cuadrilla de la
Puerta Osario. Protagonista de páginas de oro en el mundo de la
gente de abajo, cuando en Sevilla las cofradías la sacaban
cuadrillas asalariadas.
Se me antoja necesario referir en este momento que al final de
los años cincuenta Pepe Cruz y Antonio Villanueva emprendieron una
aventura en solitario llegando a sacar cofradías de forma
independiente como Santa Genoveva en su primera estación de
penitencia (1958) o las Cigarreras, pero al poco tiempo Antonio
regreso al lado de Vicente asumiendo nuevamente el mando en los pasos
de misterio.
Vicente
nació en el año 1912 en la collación de San Román. Durante toda
su vida Vicente trabajó en la fábrica de tabacos de Sevilla. Se
casó dos veces a lo largo de su vida, enviudando en ambas ocasiones.
Comenzó su andadura en las cofradías con la cuadrilla de Antonio
“el francés”, de la que fue listero, luego contraguía, hasta
que finalmente se hizo cargo de la cuadrilla como capataz en la
Semana Santa del año 1948, siendo la Hermandad de la Paz la primera
que sacó en Semana Santa como capataz titular de cofradías en la
Semana Santa de Sevilla. Tenía Vicente fama de ser un hombre muy
franco con su gente. Era habitual que llegado los días previos a la
Semana Santa, allá en el bar el “Colmo”, que estaba situado en
plena Puerta Osario, donde la cuadrilla tenía el cuartel general,
Vicente colocara una pizarra donde reseñaba lo que cada hombre iba a
ganar cada día sacando cofradías durante la Semana Santa.
Posteriormente cuando el “Colmo” cerró sus puertas, será el”
Punto” el lugar elegido para continuar la tradición. Vicente Pérez
Caro Falleció en la ciudad de Sevilla el día 22 de febrero del año
1989, como consecuencia de una neumonía.
Por
lo tanto la cuadrilla de la Puerta Osario como tal debemos de
entenderla a partir del “francés”. Vicente Pérez Caro junto con
Antonio Villanueva Pérez como auxiliar vivieron ambos la época
dorada del mundo de los capataces y costaleros de los años “50”
y “60”, siendo pilares básicos en el grupo de los 6 que mandaban
prácticamente toda la Semana Santa de Sevilla. Treinta años estuvo
Antonio Villanueva con Vicente prácticamente toda su vida
profesional delante de los pasos con la cuadrilla de la Puerta
Osario, donde se creó una gran cantera de costaleros que surgieron
para no solo su cuadrilla, sino que se extrapolaron a otras
cuadrillas profesionales de Sevilla, entre ellos podemos destacar
nombres propios como Rafael “el poeta”, “el lechuga”, Ochoa,
Gonzalo “el Pingüino”, y tantos otros más que sería imposible
exponer aquí sus nombres.
Anteriormente
hemos hecho referencia a la pizarra que sobre un velador del “Colmo”
colocaba llegada la Cuaresma Vicente, informando de la corría y del
precio que cada cofradía tenía por trabajarla. Vicente era un
hombre de un carácter complicado, como le ocurría a muchos de los
capataces de la época, pero tenía una gran y comentada virtud, era
muy claro con los costaleros, lo que ponía en la pizarra era lo que
cobraban, cosa que no ocurría siempre en las otras cuadrillas de la
ciudad. Una corría tipo de la cuadrilla podría ser: La Paz, Beso de
Judas, San Benito, Buen Fin, Cigarreras, Gitanos, Soledad de San
Buenaventura, por ejemplo. También saco la cuadrilla de la Puerta
Osario las hermandades de Jesús Despojado cuando salía el Sábado
Santo y la recién organizada entonces, Hermandad de la Resurrección,
además de otras muchas como San Esteban, Silencio, etc.
Mucho se ha hablado, y mucho se ha contado
de la manera que Vicente tenía de llevar los palios. Sobre todo del
regreso del palio del Rocío, con chicotas cortas, y cintura, mucha
cintura.
Al
comienzo de la década de los años setenta la cuadrilla entra en
depresión por varias circunstancias. Lo primero que la cuadrilla
necesitaba regenerarse en un momento en el que los costaleros
tradicionales comenzaban a escasear, circunstancia común para todas
las cuadrillas de la época. En segundo lugar, circunstancia que fue
determinante bajo mi punto de vista, la separación tras la Semana
Santa del año 1974 después de un incidente en la Hermandad del Buen
Fin, de Vicente y Antonio. Y finalmente hay que referir la irrupción
en el panorama de las cofradías sevillanas de la juventud,
personalizada en la cuadrillas de jóvenes aficionados.
Durante los años setenta la cuadrilla fue languideciendo
perdiendo paulatinamente cofradías, hasta que en el año 1977
trabajó u última Semana Santa, aunque para esa fecha los
principales responsables eran ya el hijo de Vicente y Carmelo
Serrano.
Gonzalo
Lozano Rosado
lunes, 8 de febrero de 2016
viernes, 5 de febrero de 2016
REGLAMENTOS
Dijo
alguien una vez “el costalero lo es hasta el día en que se
muera”….una frase muy taurina que alguno ha adoptado al pie de la
letra y que lo lleva a prolongar su vida costaleril casi hasta
empalmarla con la de jubilación laboral. No seré yo quien le diga a
nadie hasta donde puede aguantar su cuerpo el esfuerzo físico que
requiere meterse debajo de un paso y CUMPLIR debajo del mismo, porque
está muy claro que hay casos y casos, hay hombres que pasan del
medio siglo y que corren maratones y jóvenes que el mayor esfuerzo
físico que hacen a diario es el de mover un ratón y teclear. De lo
que hoy hablo es de mucho más allá de si hay gente capacitada con
ciertas edades para cumplir bajo un paso, que está claro que sí, yo
hablo de la conciencia que debe tener el costalero de cuando llega su
momento de echarse a un lado y dejar paso a otro, independientemente
del físico, y es que hay ciertas hermandades que desgraciadamente
están tomando esa decisión por el propio costalero y por el que en
última instancia debería de tomarla, el capataz. Se ha criticado
muchísimo este tipo de decisiones y con gran polémica, ya que en
hermandades como la Esperanza de Triana ha afectado a reconocidos
costaleros de muchos años en nuestra Semana mayor, principalmente en
el sentido de que la junta de gobierno no debe intervenir en la labor
del capataz, pero ahora yo lanzo una pregunta que en los debates que
ha habido sobre este tema creo no haber escuchado, ¿es normal que
alguien se lleve veinte años para entrar de costalero en un paso?
Me respondo a mí mismo, no. Es pura lógica, si en una cuadrilla no
hay bajas, es imposible que entre gente, con lo cual hay un tapón
que no permite que la cuadrilla se renueve generacionalmente y que
otros hermanos (cuadrilla de hermanos, repito, guste o no) tengan el
mismo derecho a sacar su imagen, siempre que valgan, claro está. No
puede ser que haya gente que lleve años, años y años debajo y
gente que lleve años, años y años viendo como se les pasa el arroz
y ni siquiera han tocado palo en su cofradía, por tanto veo bien que
la hermandad establezca un criterio para poner orden en esto. Si se
hubiera hecho un ejercicio de empatía por parte de los costaleros no
sería necesario llegar a este punto, porque pienso que alguien que
lleva veinte o veinticinco años disfrutando debajo de su imagen ya
lo ha hecho suficientes años y debería de hacer un último esfuerzo
de generosidad y dejarle su hueco a otro. Aquí se puede leer la
normativa de la Esperanza de Triana para sus costaleros, esta claro
que estas reglas son posibles y tienen lógica en una hermandad con
diez mil hermanos y en donde cada año van doscientos hombres a la
igualá queriendo entrar en la cuadrilla, solo hablo del Señor ojo,
y queramos o no repito, la situación actual es así y si el
costalero primero y el capataz en segundo lugar no saben cuando llega
el momento de decir adiós, será la hermandad la que lo haga.
Lo malo de estas novedosas normativas es que como en todo en la vida,
se pone de moda y ya cada hermandad quiere tener su normativa de
costaleros, aunque en la igualá se presenten cinco y aunque la media
de edad sea de equipo filial y claro vienen las metidas de pata.
Hablo del reglamento que la hermandad del Carmen Doloroso ha aprobado
para sus cuadrillas, que se pueden leer aquí y en donde llama
poderosamente la atención el requisito de ser menor de 35 años para
acudir a la igualá a pedir sitio…. No coment. En fin, que la nueva
moda de la reglamentación costalera puede tener sentido dependiendo
del contexto, así que es cuestión de valorarlas de manera
individual y no meterlas en el mismo saco, pero lo ideal es que el
costalero lo sea para cumplir debajo del paso y lo sea para saber
cuando llega su momento, “hay que saber ser costalero para lo
bonito y para lo feo” esa frase es mía y la podríamos adoptar
todos….
miércoles, 3 de febrero de 2016
martes, 2 de febrero de 2016
LA HUELGA DE COSTALEROS DE 1901
Vivimos
en una tierra en la que con demasiada frecuencia tendemos a confundir
el mito con la realidad de las cosas. Resulta más que evidente que a
la hora de acometer una investigación seria, es manifiestamente
necesario comprobar previamente la veracidad de la información
recabada, sobre todo cuando la principal fuente documental es la
controvertida y cuestionada tradición oral. El
costalero en su consideración histórica nace en la ciudad de
Sevilla como una actividad marginal de gente dedicada a la carga que
en la ocasión festiva que significaba la Semana Santa, eran
contratados para portar los pasos de las hermandades y cofradías.
Estibadores del muelle, areneros del río, cargadores de los mercados
de abastecimientos, tejareros, etc., eran ocupaciones según el
concepto del sociólogo y economista alemán Max Weber, de gente
“negativamente” privilegiada, que como tales, estaban sujetas a
la categoría de oficio, libre mercado, dependencia económica y
salario.
Los
costaleros antiguos, en ocasiones habían planteado dificultades a
las hermandades y cofradías sevillanas, no sólo dejando de acudir
para sacar los pasos, sino pidiendo más emolumentos, que en el caso
de no ser concedidos se convertían en una amenaza inmediata de
convocatoria de huelga con el consiguiente descalabro que ello podía
suponer para mucha gente. Pero nada de lo ocurrido con anterioridad
puede ser comparable con lo sucedido en el año 1901. Llegado los día
previos a la Semana Santa se produjo lo que al parecer, porque no se
conoce otra anterior, fue la primera huelga, ocasionada por los
enfrentamientos de los costaleros con las hermandades y capataces de
Sevilla. Aunque como veremos a continuación, la génesis del
conflicto no se activa en el seno de las cuadrillas, sino que más
bien es una reacción en cadena que se propaga por los diferentes
gremios de la ciudad hasta llegar también al de los costaleros.
A
comienzo del pasado siglo XX España se encontraba sumida en una
profunda crisis económica y social, el panorama nacional estaba
caracterizado por el fracaso de la Restauración borbónica, a lo
cual habrá que añadir el lastre de la pérdida de las últimas
colonias de ultramar en el año 1898.
La Andalucía de comienzos del siglo sigue siendo una
región gobernada por caciques y “señoritos”, que basaban su
poder y riqueza en la acumulación de tierras y en la explotación de
sus trabajadores. En otras palabras, eran señores feudales
contemporáneos que habían cambiado sus tradicionales castillos por
cortijos en pleno siglo XX. Con respecto al ámbito local, nos
encontramos con una ciudad anticuada, anquilosada estructuralmente
que además se encontraba saturada de población desempleada como
consecuencia del éxodo rural que en aquellos momentos se estaba
produciendo. Además fue una época de sequias y epidemias, por lo
que la situación era tremendamente complicada a todos los niveles.
Aquel
año de 1901 las cosas comenzaron revueltas desde un primer momento
en el mundo de las hermandades y cofradías de Sevilla. Durante la
Cuaresma se originó una de las habituales polémicas entre las
hermandades de la época. El motivo de discusión no era otro
diferente del actual, la economía de las hermandades. En concreto
se trataba de la eterna discusión acerca de la cuantía de la
subvención que las hermandades habían de percibir por parte del
Ayuntamiento, que era la entidad que entonces gestionaba los palcos y
sillas de la carrera oficial. Finalmente el día 22 de febrero llegó
la propuesta de subvención del Ayuntamiento cuya cantidad total
ascendía a 16.500 pesetas.
El
montante a conceder por cada hermandad dependía de una serie de
criterios más o menos objetivos como el número de pasos, bandas de
música, tiempo de permanencia en la calle, día de salida, etc. A
modo de referencia detallamos algunas de las subvenciones que se
repartieron aquel año: Hermandad de la Estrella (600 ptas),
Hermandad de las Aguas (275 ptas), Hermandad del Cristo de Burgos
(400 ptas), Hermandad de la Macarena (750 ptas). Las hermandades del
Gran Poder y Silencio, como en otras ocasiones, renunciaban a
percibir cantidad alguna, por considerar que con los recursos
autogenerados por las propias hermandades les era suficiente para
afrontar los gastos de la salida además de reivindicar una vieja
autonomía respecto de cualquier poder público establecido.
En
el mes de enero del año 1901 los trabajadores de la imprenta del
diario sevillano El
Liberal
iniciaron una huelga la cual se extendió a los demás gremios de la
ciudad, costaleros incluidos. Esta circunstancia estuvo a punto de
dejar sin procesiones aquel año a la ciudad de Sevilla. Lógicamente
el inicio de todo hay que entenderlo en el ambiente enrarecido que a
todos los niveles estaba viviendo la ciudad de Sevilla en esos
momentos al comienzo del siglo XX. Las cuadrillas de costaleros se
agruparon y plantearon una serie de reivindicaciones a las cofradías
que habían de contratar sus servicios, basadas en mejoras salariales
y de otra índole, ante los atropellos que venían sufriendo por
parte de las mismas. Los capataces y costaleros de Sevilla celebraron
una asamblea el día 29 de marzo, viernes de Dolores, en la
Universidad, que entonces estaba en la calle Laraña, a la que
asistieron más de cuatrocientos costaleros y capataces. Lo que allí
se discutió, que supuestamente era lo que se le demandaba a las
hermandades, quedó recogido en un pliego que contaba con once
puntos. El único capataz de primera línea que verdaderamente tomó
partido y se implicó con los costaleros fue Antonio Torres Macías,
popularmente conocido por “Juanillo fatiga” en el mundillo de la
gente de abajo. La no implicación de los capataces era algo bastante
lógico ya que estos solían explotar habitualmente igual que las
hermandades a los costaleros, a los que trataban de forma vejatoria y
despectiva llegando en ocasiones al maltrato físico. Por lo que era
normal que no apoyasen las reivindicaciones de los costaleros frente
a las hermandades.
El
pliego con las condiciones que presentaron los costaleros en asamblea
a las hermandades
-
Tarifa de 5 pesetas por cada hombre para una estación de penitencia
normal de 4 horas.
-
1 peseta adicional a cada hombre por cada hora o fracción que pasase
de las 4 horas estipuladas anteriormente.
-
Exigencia de que el mayordomo, o en su defecto un representante de la
hermandad, avalase a esta, firmando a título personal.
-
El mayordomo será la persona encargada de pasar revista a la
cuadrilla por pate de la hermandad.
-
El mayordomo de la hermandad será el encargado de despedir a
aquellos costaleros que se encuentren embriagados antes y durante la
estación de penitencia.
-
En el caso de que el mayordomo no lo realizara lo anteriormente
estipulado, en su defecto el capataz no se compromete a hacerlo.
-
En caso de aplazarse la salida, suponiendo la retención de los
costaleros por más de una hora, deberá abonársele a cada hombre la
cantidad de 2´50 pesetas.
-
Los capataces deberán pasar lista varias veces, antes (en el
sindicato de los albañiles) y durante el recorrido, para evitar
desbandadas y que el paso valla con gente de menos.
-
Sobre el ritmo de las “chicotas”, estas no podrán ser tan
aceleradas que lastimen los músculos de los costaleros.
- En los pasos que pesen excesivamente
(Cena, Tres Necesidades, Exaltación, etc.) se contratará un tercio
más del personal necesario, para reponer en su caso a los más
exhaustos.
- En condiciones normales, se contratará a cinco
hombres por trabajadera.
Después
de la asamblea celebrada el viernes de Dolores, el sábado de Pasión
estaba el conflicto sin resolver al no haberse llegado a ningún
acuerdo, aún en la misma mañana del domingo de Ramos, el que
salieran las cofradías estaba por ver. Ese mismo sábado por la
tarde, una comisión de costaleros visitó a las hermandades del
domingo de Ramos preguntando si aceptaban las condiciones planteadas,
y ante la respuesta de que hasta las 22:00 h. no les darían una
contestación por estar reunidos los mayordomos, los costaleros
dijeron que se retiraban al Centro (Sindicato de Albañiles, situado
en la calle Universidad nº2) y que allí esperarían noticias. De
todas formas el domingo estarían todos los costaleros disponibles
desde las 10:00 h. hasta las 12:00 h. para sacar las cofradías. A
pesar de la intransigencia inicial de los costaleros, finalmente se
decidieron a sacar los pasos, por lo que las cofradías aparecieron
finalmente en la calle. Pero la huelga había dado sus frutos, pues
de los 12 reales que se venían pagando se pasaron a los 20 reales (2
pesetas) como mínimo, con la añadidura de un cuartillo de vino.
Este fue el trato que permitió que las cofradías pudiesen realizar
sus desfiles procesionales aquel año.
Los
años que siguieron a éste fueron conflictivos para el mundo de los
costaleros en general, planteándose frecuentes reivindicaciones en
materias salariales con los representantes de las cofradías. El
mecanismo de presión más significativo consistía en exigir mejoras
salariales el mismo día de la salida, poco antes de la hora
prevista, o incluso con los pasos ya en la calle, amenazando con
abandonar las trabajaderas. Esta última dio lugar a situaciones
esperpénticas en más de una ocasión.
Prácticamente
hasta la desaparición del modelo de carga encarnado por los
costaleros asalariados, las cuadrillas protagonizaron situaciones
complicadas en su elación con las hermandades, recordados en el orbe
cofrade son los incidentes de los Panaderos en el Santo Entierro
Magno del año 1965, así como el episodio de la Soledad de San
Buenaventura el viernes Santo del año 1972.
Gonzalo
Lozano Rosado.
lunes, 1 de febrero de 2016
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